- ¿Por qué siempre vas vestido de negro? No pareces…
Levanté la vista del cuaderno y la miré.
- ¡Vaya! No me dirás que ya no crees que sea un ángel, ¿verdad?
- ¡No! No he dicho eso. Pero… Yo pensaba que los ángeles erais rubios y vestíais de blanco.
A sus ojos, lo único que me separaba de la divinidad, de la fantasía, era el pelo y una camiseta de Nirvana. Le sonreí. Y seguí tejiendo nuestra historia.
- El blanco llama mucho la atención. Sólo soy un ángel para ti, no puedo distraerme de mi trabajo. Tengo que cuidarte, ¿entiendes?
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